Como hemos visto en clase, y a partir de las lecturas de Victoria Iturralde, la VAGUEDAD, es una propiedad, una característica de las palabras en relación con lo que estas representan, o con lo que estas quieren significar según su uso. La vaguedad sería, en términos sencillos, falta de precisión. Y en esta medida es una característica estructural de nuestro lenguaje natural. La idea de que el lenguaje natural es preciso es apenas un ideal regulativo.
Hemos identificado al menos tres manifestaciones diferentes de la vaguedad.
La primera, bajo la que llamamos teoría pictórica de la definición, está relacionada con la ausencia de precisión en la representación. Cuando una palabra no representa de manera precisa un referente se dice que hay vaguedad. Un ejemplo típico sería el de los mapas. Por definición los mapas son vagos pues no representan exactamente el área elegida (incluso porque si lo hicieran serían inútiles, recordar el cuento corto de Borges sobre la Cartografía, Del rigor en la ciencia, en El hacedor)
La segunda, relacionada con la existencia de asuntos de grado y el uso de las palabras para referirnos a ellos sin antes hacer explícita la escala. Por ejemplo, la palabra eficacia (en el contexto de un juicio de valor sobre una norma jurídica). ¿Cómo saber si una norma es eficaz o no? En estos casos es empíricamente difícil determinar este fenómeno, sin embargo, se habla de la más o menos eficacia del derecho. ¿Bajo qué porcentaje pasamos de la eficacia a la ineficacia? O de la ineficacia “moderada” a la ineficacia “insoportable”. En estos asuntos, es indispensable hacer explícita la escala para reducir la indeterminación. Sin embargo, siempre habrá márgenes indeterminados. Esta vaguedad también se le llama vaguedad por grados o por gradientes.
La tercera, tiene relación con una teoría del significado según los usos (a la manera de Wittgenstein). En estos casos, no se presupone la existencia de un referente concreto, sino de referentes móviles y construidos según determinados contextos. Tal es el caso de ciertos conceptos o de ciertas palabras que, a partir de sus usos históricos han acumulado una serie de elementos constitutivos bastante difícil de precisar. En este caso encontramos palabras o conceptos como democracia, obra de arte, derecho, religión, etc. ¿Qué elementos deben estar presentes para poder usar correctamente esas palabras? En efecto la dificultad para elaborar una lista cerrada de esos elementos, es lo que genera precisamente su vaguedad.
En el caso de la palabra derecho esto es especialmente patente: ¿Qué debe estar presente?
1. Conjunto de normas (¿de qué tipos?)
2. Ordenadas por ciertos principios que satisfagan una idea de sistema (¿cuál de todos?)
3. Coactivas (¿todas ellas?)
4. Creadas por ciertas instituciones (¿y los principios generales, y la costumbre?)
5. Que persigan cierta finalidad legítima (¿siempre? ¿quién la define? ¿y si no es así?)
6. Que estén vigentes (¿cómo saberlo? Y ¿el derecho antiguo no es derecho?)
7. Que tengan relación con la cultura de la sociedad respectiva (¿en qué sentido, formal o materialmente? ¿debe tener relación con una idea de justicia? ¿de qué tipo?)
La imposibilidad de incluir o excluir no digamos de una vez y para siempre, sino por lo menos momentáneamente, algunos o todos estos elementos y sus ricas variantes en UN concepto de Derecho, nos permite un buen ejemplo de lo que la palabra VAGUEDAD significa en esta tercera variante.
Por su parte, el problema de la AMBIGÜEDAD parece menor frente al que supone la VAGUEDAD. En efecto, empleamos la palabra ambigüedad para significar la existencia de diferentes USOS de una palabra o signo, y en esa medida la existencia de diferentes significados (independientemente de que se emplee una teoría pictórica o pragmática del significado). La ambigüedad es pues un problema de Polisemia por una parte y de Homonimia por otra.
Los problemas de ambigüedad, pueden darse no sólo a nivel de la SEMÁNTICA , también pueden surgir en el nivel de la SINTÁCTICA. Sobre esto es importante estar alerta, pero no entraremos ahora a atender este punto.
La polisemia surge por las transformaciones en los usos de ciertos signos o palabras a lo largo del tiempo. Hay diversas razones para ello: los cambios de aplicación, la especialización de los lenguajes (en especial los técnicos) y el uso de lenguaje figurado, juegos de palabras y metáforas.
Por lo general los problemas de AMBIGÜEDAD se resuelven fácilmente con ayuda del contexto. Si un neumático se ha averiado y requiero cambiarlo, al pedir un GATO, me estoy refiriendo a una herramienta para levantar el vehículo y poder proceder... Así mismo, si alguien pregunta si el GATO ya comió, es muy probable que se refiera a la mascota. Otro tanto podríamos decir si escuchamos a unos niños diciendo ese GATO no sirvió, mientras juegan una ronda.
Finalmente, el problema de la CARGA EMOTIVA tiene relación con cierta “coloración” en términos de Perelman, con la que en ocasiones las personas tiñen algunas palabras. Esa coloración hace que en la comunicación a la función por ejemplo, descriptiva o prescriptiva, del lenguaje se le sume una función emotiva. Es decir, que la palabra no solo refiera ciertos hechos o situaciones, sino que despierte emociones en el destinatario.
En clase vimos el ejemplo de la palabra GUERRILLA. Esta palabra está especialmente cargada. Cargada de emociones disímiles, por lo general adversas. Sin embargo, cuando en libros de historia de la independencia de Colombia, leemos cómo ciertas GUERRILLAS fueron clave para la victoria de la gesta libertadora de Simón Bolívar, es difícil no cambiar la emoción que la palabra suscita.
Cuando el lenguaje juega también con nuestras emociones, decimos entonces que el mismo tiene una CARGA EMOTIVA.
Esto le sucede especialmente a palabras asociadas con valores o con ansiedades profundas de los seres humanos, piensen ustedes en las palabras Libertad, Justicia, Dios, Democracia y también Derecho.
Quién no ha escuchado afirmar a alguien ante una situación que desaprueba profundamente: ¡Qué injusticia, no hay derecho que esto suceda! Aquí la palabra derecho tiene muy poco del uso descriptivo (¡no significa un conjunto de normas para regular la conducta humana!). En cambio está usada con una importante coloración, lleva sobre todo una especial CARGA EMOTIVA.